"Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza." (Ap 12,1)
La Virgen María fue libre y nunca ofendió a Dios. Como ser humano necesitó de la redención, de la salvación por parte de Jesús, como todos nosotros.
Pero como había sido elegida para ser la Madre de Dios la redención se operó en ella de una forma adelantada. Por eso no tuvo pecado desde el mismo momento de su concepción, por eso fue siempre inmaculada, pura, limpia, siempre estuvo llena de amor a Dios y a los demás.
El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX proclamó el dogma de fe de la Inmaculada Concepción de María. Celebramos cada 8 de diciembre la fiesta de la Inmaculada o Purísima Concepción.
En el arte se ha representado a lo largo de los siglos con algunos elementos que suelen ser comunes:
-La Virgen aparece sin el Niño Jesús.
-Tiene una corona de doce estrellas.
-A sus pies tiene la luna, a veces aparece una serpiente, a la que está pisando, porque ella destruyó, con su sí a la elección de Dios, el poder del Mal.
-Está en el Cielo, acompañada de ángeles, simbolizando que siempre estuvo unida a Dios; abajo se aprecian elementos terrenales porque ella nos ayuda a acercarnos a Él.
-LLeva un manto de color azul.
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