La parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32) ha servido de inspiración a numerosos artistas. Un ejemplo es un cuadro pintado por Rembrandt , pintor holandés del siglo XVII y titulado "El regreso del hijo pródigo".
¿Cómo nos presenta el autor a los personajes de la parábola?
El hijo menor acaba de regresar a su casa y se pone de rodillas ante su padre muy arrepentido por su conducta.
Está vestido pobremente, lo único respetable que lleva es la espada, porque a pesar de haber guardado cerdos y pasado hambre, nunca ha dejado se ser miembro de una familia importante.
La cara y la cabeza se asemejan a un recién nacido porque él se siente pequeño, desvalido y protegido por el padre.
Los pies descalzos, con heridas, representan el dolor que provoca el pecado, el alejamiento de la casa paterna.
Los cristianos sabemos que Dios nos perdona siempre porque somos sus hijos y nos ama.
El hijo mayor nunca se ha ido de casa, y le fastidia que perdone a su hermano. Los cristianos sabemos que la caridad, el amor, está por encima de todo, por eso siempre tenemos que estar dispuestos a perdonar de corazón a los demás.
Sus manos cerradas indican que no se da cuenta de la suerte que tiene, porque se parece al padre, con la barba y la capa roja. No ha perdido su dignidad pero tiene que aprender a amar y darse cuenta de que ante la bondad de su padre, también él está necesitado de perdón.
El Padre es la figura más importante del cuadro y de la parábola.
Su mano derecha es delicada y femenina, su izquierda más fuerte y varonil. Nos señala que el amor de Dios es como el de un padre y una madre.
Nos lo presenta como un anciano casi ciego para indicarnos que Dios quiere que le amemos,y siempre está dispuesto a acogernos entre sus brazos.
En esta parábola Jesús nos presenta a Dios como un Padre bueno, y lleno de misericordia, que no se impone y espera siempre "nuestros regresos".
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